El trastorno específico del aprendizaje o dislexia

Según datos de la International Dyslexia Association (EDA), alrededor de un 10% de alumnos que están escolarizados en educación primaria y secundaria padecen un trastorno específico del aprendizaje o dislexia. La incidencia de este tipo de trastorno puede aumentar hasta un 15% cuando nos referimos a la población general. Por tanto, nos encontramos frente a un desafío que se inicia en edades tempranas y supone un hándicap importante en el desarrollo personal, académico y profesional de la persona.

El trastorno específico del aprendizaje se encuentra recogido dentro de los denominados trastornos del neurodesarrollo, puesto que existen áreas neurocognitivas implicadas en el proceso de adquisición del aprendizaje que sufren algún tipo de retraso madurativo o disfunción.

Este tipo de trastorno comprende tres dificultades que pueden manifestarse independientemente o de forma conjunta:

  • Dificultad en la lectura y en la comprensión lectora
  • Dificultad en la expresión escrita u en la ortografía
  • Dificultad en el cálculo

La dislexia comprende, típicamente, la dificultad para adquirir el proceso automatizado de la lectura y/o la ortografía. Por su parte, la dificultad que gira en torno al cálculo se denomina discalculia.

Impacto psicológico o emocional

Dichas dificultades conllevan consecuencias en el ritmo de trabajo y en el aprendizaje del alumno y, en consecuencia, merma progresivamente su autoestima y su seguridad. El niño comienza a ser consciente de sus dificultades, se compara con los demás compañeros y suele iniciar un proceso de acomplejamiento que, en el peor de los casos, termina con un bajo rendimiento escolar y con un importante impacto emocional.

Aún así, suele ser habitual que en consulta se atiendan a adolescentes e incluso a adultos que presentan criterios de dislexia y aún no han sido diagnosticados, ni siquiera han sido evaluados en los centros escolares o centros especializados.

Prevención

El trastorno específico del aprendizaje puede comportar, además del temido fracaso escolar, un impacto emocional notable en el proceso de adaptación y desarrollo personal, académico y profesional. Los profesionales consideramos que la prevención supone un factor clave para el buen pronóstico de este tipo de trastorno y también para preservar el equilibrio emocional del niño. 

Los profesionales consideramos fundamental prevenir este tipo de trastorno lo más pronto posible para poder iniciar, a la mayor brevedad posible, el tratamiento indicado. No obstante, hasta los seis años de edad (primero de educación primaria) no se recomienda realizar un posible diagnóstico debido a temprana edad y a la inmadurez psicoevolutiva del niño.

El tratamiento que se lleva a cabo en la mayoría de los casos se realiza mediante las reeducaciones psicopedagógicas que están orientadas a estimular, potenciar y favorecer los procesos neuropsicológicos implicados en el aprendizaje.